viernes, 24 de abril de 2009

Faltaba una hora para el estreno. Se notaba la tensión y el nerviosismo en todas las caras. Yo parecía estar tranquilo, pero seguramente mi cara expresaba los mismos sentimientos previos al gran estreno. Gente corriendo de un lado a otro, maquillándose, me falta el collar, se me ha roto un zapato. Faltan 30 minutos. Abren las puertas, la gente empieza a entrar y ocupar los asientos. A medida que se llenaba el teatro subía el nerviosismo. Quedan apenas 5 minutos cuando el director nos reúne, nos tranquiliza y nos asegura que lo haremos bien. Todos reunidos, en medio del escenario, como un verdadero equipo. Con el telón cubriéndonos, sabiendo, que al otro lado hay gente impaciente por vernos en nuestros papeles. Todo el mundo en su sitio, a su tarea. Fuera luces, música, se abre el telón. Que empiece el show.



lunes, 13 de abril de 2009

El viaje se presentaba algo largo. Pero no por eso aburrido, ya que nos acompañaba una buena distracción. Al principio todo va según lo planeado, con nuestro acompañante charlando animadamente con mi padre, mi madre durmiendo (rara vez no lo hace en los viajes) y yo interviniendo a ratos. Al cabo de un rato consigo que suene 1999. Mi gozo y disfrute durante esas 14 obras de arte es impresionante, haciendo oídos sordos de las burlas y risas de los demás. Sí, soy un incomprendido.
Al cabo de un rato la cosa cambia. El charlatán se duerme, mi madre se despierta y empieza a hablar con mi padre, mientras la radio parece que cada vez suena más fuerte. Entonces, lo decido. Últimamente me ha dado por leer. Sí, yo, leer. Me sorprendre hasta a mí. Mi nuevo libro, Tokio Blues, Murakami. He oído hablar bien de él. Después de 25 páginas, decido dejarlo por el momento. Hay mucho ruido y no me concentro. Además, el libro es denso. No sé si para todo el mundo, o solo para mí por mi falta de experiencia.
Faltan 150 km, se pasará rápido.

Merda. Retenciones a 5 km. A 2. A 1 km. Nos paramos. Pues no se pasará tan rápido.