viernes, 6 de febrero de 2009

Vuelvo a casa desde el Tram, escuchando mi querida y apreciada música. A cada canción que pasa mi emoción aumenta. Llega Copenhage y esta emoción de la que hablaba llega a su máximo esplendor. Me dejo llevar, y empiezo a cantar. Al principio tímidamente y sin mediar sonido, pero a medida que llueve en el canal mi emoción sube a ritmos desorbitados. Al cruzarme con una señora, y después de una mirada incómoda, despierto en otro tiempo y en otra ciudad. Se acaba la canción, y llego a casa. Esto de dejarse llevar, hay que hacerlo más a menudo.



1 comentario:

  1. Dejarse llevar...suena demasiado bien. Pero tiene sus riesgos, como todo.
    Habrá que arriesgar.

    ResponderEliminar